Las Erinias

En una noche como esta la vi, en una noche como esta la perdí, esta noche como tantas otras mi alma parece haber perdido el brillo para camuflarse en la oscuridad.  Ya sea por cobarde o por vencido me siento en un rincón de mi habitación a esperar que todo pase, pero el tiempo parece no correr y la oscuridad a punto de devorar mi alma me abraza y me oculta de la realidad.  Esa realidad que vive del otro lado de mi puerta, tan cruel que el solo hecho de cruzar la puerta y caminar por el pasillo hacia el ascensor me amarga y me sumerge en la mentira -¿ no les conté que mi vida es una mentira?- no, creo que no, pero es así.

Día tras día oculto mis frustraciones, a mi familia, a las personas que considero amigos y en mi trabajo, si, en mi trabajo también, todo, todo es una mentira. Si alguien le preguntase a Jorge quien soy yo, el se llenaría la boca hablando del empleado modelo que soy, como me esfuerzo, como resalto entre todos los mediocres vendedores y como voy a ser jefe de ventas en muy poco tiempo, y si el que pregunta es de confianza le diría inclinando la cabeza y en vos baja: -Aparte tiene locas a todas las minas de la oficina-Si supiera él quien soy yo, aunque todo es cierto, no es parte de mí, sino de un disfraz casi tan perfecto que nadie lo nota, y digo casi por que ellos si se dan cuenta  y no me lo perdonan, noche tras noche me recuerdan que ellos lo saben y no los puedo engañar, lo intento, pero no puedo.

Cuando la besé por primera vez y vi en sus ojos la ternura con que me miraba, sentí el triunfo, los vi caer, se los juro, estaban muertos.
La vida se me volvió a llenar de vida, tanto que sentí la felicidad  por primera vez y lloré, como un chico lloré, los ojos se me llenaron de lagrimas y reía, no sé de que pero reía, hacia tanto que no escuchaba mi risa, no la del trabajo, sino mi verdadera risa, esa que creía que haber perdido cuando era chico y de golpe estaba ahí, en mi boca, y subía por mi garganta con tanta libertad, más reía y más lloraba y mi corazón...  fue fantástico.

Yo me enamoré de ella apenas la besé y ella creo que se enamoró de mi necesidad de amar, y fui realmente feliz, tanto que hablaba de ella con todos y en todo lugar. Cualquier charla, laboral o esas que sirven para matar el tiempo yo las dirigía hacia ella, y no me importaba aburrir a las personas con sus gestos, sus frases o sus miradas, por que no me interesaba hablar de otro tema que no sea ella.

Cuando todavía no vivíamos juntos, y la noche me encontraba solo en mi departamento, trataba de escucharlos en el silencio de las habitaciones, ni una sola vez los escuche, ya no me llamaban ni me atormentaban con sus burlas, se habían ido y con el tiempo hasta llegue a olvidarlos.
Mi vida había cambiado, disfrutaba del día, de la luz, las tardes eran maravillosas, y las noches a su lado se volvían apasionadas y llenas de amor. Con mi familia, con mis amigos y en mi trabajo era el mismo, pero distinto, ya no veían el disfraz, sino a mi alma.

Me aferré a su ser y no quise soltarla jamás, le propuse que vivamos juntos y dudó en aceptar, pero yo no le permití la duda y presione, y presione hasta lograr despertar con ella cada mañana.
 Todo fue como un sueño, llegaba del trabajo y ella estaba ahí, esperándome, con un beso, un abrazo y en el mejor de los casos me regalaba una sonrisa que me iluminaba los ojos.  
Las discusiones eran aisladas y por temas que ni me acuerdo, pero por cada discusión existía un reencuentro que valía por mil discusiones más.  Perdón si no puedo seguir escribiendo ahora, recordar las alegrías pasadas me traen demasiadas tristezas y ellos están tocando la puerta...

... Creo volver a estar solo.
Cierto día, no sé bien cuando, los volví a escuchar.  Estaba en mi cama acostado esperado que volviese de un curso que había empezado hace poco y el susurro entró por mi oído desgarrándome, les pedí que me dejaran, que se fueran y a cada súplica el susurro se volvía grito: Sos un muerto, estas solo y ella no es tuya.
No podía ser, grité que se callaran, y las voces crecían  y se mezclaban unas con otras hasta hacerse incomprensibles, pero yo las seguía entendiendo, cada vez más fuertes y mezcladas y cada vez las entendía mejor, grité con el alma y hubo un silencio espectral y al fin entendí que yo era el muerto y que todo era un engaño, sus risas, sus miradas, sus caricias, todo falso. Una mentira detrás de otra y mi ingenuidad me ocultó la realidad.  Sus cursos de noche, sus  cursos de noche...
  
Cuando volvió la insulté, la desprecié y ella con esa cara falsamente desconcertada rompió en llanto. Si ustedes la vieran tan sin vergüenza pidiéndome explicaciones como si no supiera de que hablaba, la eché y jamás la volví a ver

 Hoy como todas las noches desde que la vi por última vez los escucho todo el tiempo y me dicen cosas que me dan miedo y me mortifican con mi soledad. Cada noche me siento en un rincón de mi habitación entre la oscuridad y veo como me gritan, como me insultan y mi alma se apaga hasta perderse en la oscuridad que ya no me protege.


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