Una noche de Maelström

Miro el monitor y el cursor titila sin parir ni una sola palabra, cualquier escritor se debe sentir tan frustrado como yo en un momento como este pienso, tan bien es verdad que una hoja en blanco puede convertirse en una obra maestra de un momento a otro, pero  más allá de la frustración, a veces a mi me gusta así, en blanco, pudiendo ser el Quijote o los Inmortales o la peor basura que se me pueda ocurrir.

No todo lo que escribo es basura, hay cosas realmente rescatables que nunca fueron más lejos que la aprobación de mis amigos y parejas que considero buenas, realmente buenas, digo sin ponerme colorado.  Porque si no me gustan a mi, de que me sirve que les gusten a los demás, para ganar dinero pensaran, aunque la idea no me desagrada, la escritura es otra cosa, el placer de leerme y gustarme y los halagos de mi gente alimentan el ego de una manera tal que funciona mejor que cualquier estimulante. 

Esta noche tengo la necesidad de escribir pero el cursor se apaga y se prende sin parar todo el tiempo, sin errar un centésimo de segundo en cada aparición, pareciera marcar el ritmo de los dedos contra la mesa del café esperando a alguien que no llega o intentando adelantar el tiempo en una barata magia de sonidos. 
Pero yo se lo que hace, me esta esperando a mi, que le dicte algo, una oración, un verso o al menos una palabra sin sentido para borrarla después y esta noche yo no tengo nada para darle.  Aunque su impaciencia me inquieta, no se que decirle, lo miro y mi mente entra en un mar de letras sin lectura ni sentido.

Hizo las velas y navego entre las palabras y no las puedo leer.  El viento empieza a soplar más fuerte, las letras se agitan elevándose en olas gigantes que me sacuden y me inundan, reconozco un ayer, en la popa cae un pero que apenas puedo distinguir, no logro relacionarlos, pienso ayer, pero, veo un donde que no encaja y todo se convierte en un maelström que me arrastra al centro donde giran los verbos, pero los tiempos parecen estar indefinidos de tal manera que no se si me muestra el pasado o el presente amar y el futuro aunque lo siento cercano se vuelve inimaginable en este remolino ilegible.

El mar se calma de apoco y las palabras se hunden en las aguas cada vez más transparentes dejando el paso a un blanco que emergen desde el fondo ocultando las palabras, el mar y mi barco. Las nubes descienden hasta cubrir el aire y todo queda sumergido en la más espesa blancura.
Miro a mis lados y ya no hay una sola letra para interpretar, todo es blanco, solo a lo lejos distingo un carácter casi familiar, me acerco sin saber en que dirección voy y al fin lo veo, lo reconozco, tic..., tic..., tic..., tic...., todavía me esta esperando sin haber escrito ni una sola palabra.

Me prendo un cigarrillo inspirador, busco en el humo una palabra que desencadene una oración y que esta oración construya un párrafo que se multiplique en otros creando un cuento como tantas otras veces sucedió, pero el aire que entra por la ventana semiabierta  disipa el humo sin dejarlo mostrarme nada.

El cenicero repleto y mi garganta me piden un café, voy a la cocina y tomo la cafetera, busco en el interior y noto que solo queda un poco, el olor a café frío me revuelve el estómago y me apuro a encender la hornalla, la llama se consume azul y baila al ritmo del viento que sigue entrando por la ventana abierta, la miro y no se avergüenza de mi presencia, sigue bailando, ahora para mí.
La veo moverse y veo la historia, veo el amor perdido peleando un encuentro y la más bella descripción del alma, veo el principio y veo el final de mi relato en una llama que me invita a calentarme el café.


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